lunes, junio 11

El factor emoción y sus efectos en el mundo

Cuando escuchamos hablar de guerras, y de todas las manifestaciones de la violencia, a menos que vivamos en la zona de conflicto, tendemos a sentir que es una realidad a la cual no pertenecemos y con la cual ninguna responsabilidad tenemos.



Las emociones generan energía con diferente nivel vibratorio. Las emociones como el entusiasmo, la alegría, el gozo, la satisfacción, el amor, tienen una frecuencia vibratoria alta. Cuando estamos sintonizados con ellas nos sentimos vivos, con ganas de sonreir y con energía para lograr nuestros objetivos. Por otra parte la ira, el odio, el enojo, los celos, la envidia, tienen una frecuencia vibratoria baja y cuando nos ubicamos en ellas podemos sentir incomodidad o dolor en alguna parte de nuestro cuerpo, desánimo y un bloqueo general hacia la Vida.


Cada uno de los millones de seres que vivimos en este planeta estamos continuamente generando esas emociones a través de nuestros pensamientos y con las actitudes que elegimos. Dice la física que la energía no se pierde ni se detruye. Cabe preguntarnos entonces ¿a dónde va esa energía que generamos a diario por medio de nuestras emociones? La alegría de vivir que generas tu, tu vecino, tu cliente, y cada ser humano en el planeta se suma concentrándose y dirigiéndose a las partes mas propicias del planeta. Y lo mismo sucede con la ira, cada vez que te enojas, sin importar el nivel de enojo, estás trasmitiendo esa energía la cual se suma a la ira, enojo, odio, de todos los que manejan estas emociones concentrándose y manifestándose en los lugares mas apropiados para ella, que son las zonas de conflicto.


Si empezamos a vincularnos mas seguido con el amor, la paz, la armonía, cada uno de nosotros puede aportar mucho a la realidad que se vive en nuestro planeta.


Es tiempo de abrir los ojos y darnos cuenta que sí somos responsables de lo que sucede del otro lado del mundo tanto como de lo que sucede en nuestros propios hogares, aunque de manera consciente creamos que no hayamos hecho nada para provocarlo.