domingo, abril 13

El Salto cuántico.La historia de Gary







Gary[1] procedía de una familia obrera. Cuando tenía 10 años y mientras visitaba la casa de sus abuelos con su hermano mayor, les contó a aquellos que cuando fuera mayor tendría una gran mansión. Iba a ser tan grande que en el salón podría instalar la casa de sus abuelos. Al escuchar las palabras del niño, los abuelos exclamaron: “¡Bien pensado!”. Sin embargo, al llegar a casa, el hermano mayor de Gary contó a su padre lo que éste había dicho y aquél lo castigó por ser un soñador.



Gary se aplicó mucho en estudiar y consiguió ser el primero de la familia en recibir un título universitario. Tras licenciarse, trabajó con gran tesón para labrarse un buen futuro profesional. Cuando cumplió los cuarenta y cinco, Gary había cambiado varias veces de empleo y había comprado y vendido varias casas. Sin embargo, ninguna de ellas se parecía en absoluto a la gran mansión que, cuando era niño, había descrito a su abuelo. Con el tiempo, el sueño de su niñez empezó a parecerle una mera utopía.



Aunque su pequeño negocio de informática crecía regularmente un 5% al año tenía unas ganancias brutas de 500 mil dólares anuales, Gary se sentía frustrado porque no ganaba lo suficiente para materializar su sueño. El anhelo por tener la mansión de sus sueños era tan intenso que Gary empezó a soñar con imponentes casas con vistas a la costa de Miami Beach o ubicadas cerca del Central Park de Nueva York. Incluso soñaba con un majestuoso Castillo para colocar la casa de sus abuelos en el gran salón. Sin embargo en todos sus sueños las casas pertenecían a otras personas y puesto que su mayor obsesión era averiguar cómo conseguir comprar una de ésas casas con sólo medio millón de dólares, a la mañana siguiente despertaba abrumado y sintiendo una enorme vacío.



Finalmente, Gary descubrió que todos sus sueños tenían un común denominador. En sus sueños veía mansiones espléndidas, pero siempre terminaba angustiado al comprender que nunca podría adquirirlas. Se sentía impotente, pues para lograr su objetivo necesitaba tener unos ingresos netos anuales de por lo menos 3 millones de dólares, un salto gigantesco a tenor de sus posibilidades.



Sin embargo, una chispa de intuición iluminó la mente de Gary: “Si fuera capaz de orientar y dirigirme vida onírica y soñar que puedo permitirme el lujo de adquirir la mansión que deseo, quizá podría ganar 3 millones de dólares al año. Es más, incluso podría simular que ya poseo la casa que tanto anhelo.
Gary empezó a cambiar el contenido de sus sueños.

Gary era científico y, en consecuencia, una persona muy realista. Le resultaba difícil comprender cómo dar el salto para, en lugar de ganar 500,000 dólares, contar con unos ingresos anuales de 3 millones. Pasaba la mayor parte del día, mientras comía, dormía o trabajaba, pensando cómo solucionar dicho problema. Tiene que haber una forma para trascender el reino de la estricta realidad y penetrar en el mundo irreal de los sueños; buscaba cambiar la estructura de su realidad. Aunque su formación científica le ataba al mundo real, gracias a ella sabía que las partículas subatómicas que componen la materia se desintegran para volver a integrarse en otra dimensión.



En la teoría física cuántica (la interpretación más modernas es la del físico sueco Niels Bohr) se sostiene que un electrón inscrito en un átomo, bajo los estímulos apropiados, desaparece de una órbita para reaparecer en otra. Sin embargo, el electrón no viaja materialmente de una órbita a otra. En realidad, durante el tránsito entre ambos estadios, el electrón en cuestión deja de existir durante un breve lapso de tiempo.



En otras palabras, el electrón no se traslada de un lugar a otro a través del espacio; desaparece para reaparecer instantáneamente en otro nivel. Quizá los seres humanos, y cualquier objeto generado a partir de la condensación entre materia y energía, podrían regirse también por la teoría cuántica si dicha ley universal regía el macrocosmos humano.



Gary empezó a observar que los acontecimientos y las circunstancias de los seres humanos no respondían a un modelo lineal sino a ciertos saltos cuánticos. Así descubrió que los distintos estratos sociales a través de los que jerarquizamos el mundo respondían a las diferentes órbitas que los electrones ocupaban., y que el supuesto movimiento que se produce a cambiar de una clase social a otra no se debía a una sesión gradual y lineal sino a una serie de saltos cuánticos. Tras dicha reflexión, Gary se preguntó qué posible fuerza le obligaba a permanecer en su órbita en lugar de permitirle saltar a una órbita superior.



Para poner en práctica el salto cuántico, Gary decidió que en primer lugar, debía cambiar la naturaleza racional de su mente. Si incluso a través de tautologías y contradicciones la ciencia de la lógica era capaz de demostrar lo indemostrable, sólo lograría que el lógico 5% de crecimiento anual de su empresa dejara de ser lineal y progresivo si ejercitaba su mente para que, en lo sucesivo adoptara un nuevo modelo de razonamiento lógico.



Gary advirtió que su mente era demasiado limitada para pensar en lo ilimitado, para pensar en el infinito potencial del universo, y concluyó que el creador del universo debía de ser un ser extremadamente inteligente. Convencido de ello decidió abandonar su realismo y su limitado pensamiento racional y dejar que su mente se adentrara al reino de la fantasía. Hasta entonces había considerado la infinitud del universo: sin embargo, si incluso la ciencia actual se planteaban la existencia de un número infinito de universo distintos, Gary convino que reducir racionalmente la realidad era, en última instancia, ser un poco realista.



Gary adoptó pensamientos cuánticos, vivió despierto sus sueños, utilizó estímulos visuales para reforzar sus imágenes mentales e hizo cada día algo que creía no podía hacer y reprogramó su mente durante el día para poder dirigir la actividad onírica. Diez meses después, tras practicar diariamente estos ejercicios, entró en contacto con un colega de la universidad que había inventado un nuevo método para recuperar información informática. Tres años después, sus ventas anuales fueron de sesenta millones de dólares.



Gary nunca compró la mansión que podía albergar en el salón la casa de sus abuelos, pero logró verse como propietario de la misma casa en sus sueños. Aunque financieramente podía materializar su sueño, ya no deseaba hacerlo. A Gary y a su esposa nunca les importó no tener una gran casa; la colosal mansión era sólo un símbolo, la imagen del éxito que había imaginado el joven Gary.



Te invitamos a inscribirte en el Seminario Salto Cuántico que dará inicio el día 12 de Mayo
Testimonios de alumnos

[1] Hacer menos conseguir más. Chin-Ning Chu. Plaza Janés

0 comentarios: